
Hoy conocí una nueva historia, una de amor.
Corría 1631, en India el emperador Shah Jahan (en español "rey del mundo") gobernaba dichosamente. Estaba tan enamorado de la bella Mumtaz Mahal, que había renunciado a la poligamia para vivir sólo con ella. Como no había televisión, trece hijos no se hicieron esperar. Cuando Mumtaz Mahal daba a luz al número catorce, ocurrió lo que el emperador no soñaba ni en sus más oscuras pesadillas: su única amada murió.
Nublado por una pena inmensa, y guiado por el amor que conservaba hacia la difunta, decidió construir una tumba a su altura. Así fue como, completamente cubierto de finísimo mármol blanco, se levantó el esplendoroso Taj Mahal.
Se dice que si hoy se quisiera construir un templo con sus características, el dinero de Bill Gates no alcanzaría para costearlo.
Pero la historia no termina ahí. El Taj Mahal está inconcluso. Si se mira desde el cielo, se puede apreciar que en un terreno frente a él se dibujan los cimientos de otra construcción. Shah Jahan quería construír también un Taj Mahal negro, para él, frente al de su amada.
Antes de que llevara a cabo esta obra, su hijo mayor, Aurangzeb, hizo un Golpe de Estado y derrocó a su padre, para impedir que se terminara de gastar toda la plata de India.
Así es, jóvenes, esta maravilla del mundo es la mitad de lo que pudo haber sido.
